¿Han escuchado hablar del viejo pueblo que se esconde tras un denso bosque? Bueno, déjenme contarles la historia de terror que escuché una vez de un amigo, una noche fría junto al fuego.

Dicen que en aquel lugar perdido entre los árboles, hay algo más que sombras y silencio. Algo antiguo y oscuro que se oculta entre las ramas susurrantes.

Mi amigo solía ser un explorador, de esos que no le temen a la oscuridad ni a lo desconocido. Pero aquella vez, cuando decidió adentrarse en el Bosque de los Susurros, algo cambió en él.

Me contó que apenas cruzó los límites del pueblo, sintió una extraña sensación de ser observado. Como si mil ojos estuvieran fijos en él desde las sombras. Pero no fue hasta que la noche cayó por completo que los susurros comenzaron.

Me dijo que eran como voces distantes, murmullos que apenas se podían distinguir entre el crujir de las ramas y el silbido del viento. Pero a medida que avanzaba, esos susurros se volvían más claros, más persuasivos.

Intentó ignorarlos, seguir adelante como si nada pasara. Pero cuanto más se adentraba en el bosque, más fuertes se volvían las voces, como si estuvieran dentro de su propia cabeza, susurrándole cosas que no quería escuchar.

Entonces, lo vio. Una figura oscura entre los árboles, con ojos que brillaban en la oscuridad. Se quedó paralizado por el miedo, sintiendo cómo el frío se apoderaba de su cuerpo. Y en ese momento, supo que no estaba solo en el bosque.

Corrió, corrió como nunca lo había hecho antes. Pero el bosque parecía conspirar contra él, cada paso que daba lo acercaba más a la oscuridad que lo esperaba entre los árboles.

Logró salir, sí, pero algo dentro de él se quedó atrás, atrapado en las sombras del Bosque de los Susurros. Desde entonces, nunca fue el mismo. Sus ojos perdieron el brillo, su risa se volvió hueca.

Así que les advierto, amigos míos, tengan cuidado con los susurros en la oscuridad. Porque una vez que el Bosque de los Susurros los llama, puede que nunca vuelvan a ser los mismos.